jueves, 23 de septiembre de 2010

[If its not rough it isn’t fun]

Todas las mujeres recurren a los saberes prohibidos de la puta. La puta es la erudita en los conocimientos del placer. No es por casualidad que para los artistas, la prostituta fuese y siga siendo fuente de inspiración. Ya sea como mujer misteriosa, embustera y de pactos con el demonio; ya sea como amante o figura dionisiaca, la puta se encuentra en todas partes y ha educado a mujeres y a hombres en el arte de amar con el cuerpo. Pues sólo mediante su enseñanza se puede llegar a experimentar los placeres prohibidos. Los artistas trajeron consigo, como dirían los aristócratas del siglo XVIII, un mundo de depravaciones. Con lo cual coincido enteramente con los hombres de peluca blanca, maquillaje y zapatillas. Aquel siglo vio renacer en los artistas la necesidad de pintar la desnudez con colores desatados de represión. Pronto la pintura y la literatura comenzaría a expandir su veneno a la sociedad. Lo prohibido se puso en boga, las putas eran casi un movimiento artístico. La literatura produjo personajes femeninos depravados, sedientos por apaciguar su sed de placer, entre los personajes más depravados se encuentra Justine, del libro Los infortunios de la virtud, del Marqués de Sade. Justine encarna las características, que allá por el siglo XIX, eran consideradas como idóneas para cualquier mujer. La belleza, la inocencia, la seducción, la moral, los valores, el sacrificio del yo por el otro, la supresión del placer y por último, la dedicación a la familia como esclava, al hogar como sirvienta y a la religión como monja. Pero la verdadera fuerza del personaje es que disfruta de los abusos a los que es sometida, disfruta al sentirse pecadora. Y no debería sorprendernos que esta idea de llegar al placer mediante la maldad no haya cambiado. Una Justine moderna llevaría pantalones, tendría fotos de cuando quemó su sostén durante la liberación femenina, traería el cabello corto, habría visto llegar al hombre a la Luna, habría escuchado a las mejores bandas de música para después escuchar a las peores, habría fumado marihuana y le habría gustado, protestaría contra los malos gobiernos, cruzaría al otro lado de “mojada” y la deportarían, volvería a comprar un sostén, se haría una cuenta en Facebook y después declararía que la marihuana nunca le gustó. Y aún así seguiría siendo una gran puta. Si la figura de la puta no hubiese sido repudiada -hipócritamente-, entonces aquella figura no sería tan deliciosa y seductora para nuestra curiosidad. Al igual que la puta, el sexo está sobrevalorado e idealizado como la tortilla. Un platillo mexicano no es mexicano si no hay tortillas calientes en la mesa, el sexo no es sexo si no se disfruta como loco mientras los cuerpos se contorsionan y los gritos reverberan por el pasillo de la casa. No mentiré cuando digo que aunque la llenamos de injurias y algunos lleguen a considerarla un problema, la puta se ha ganado un lugar en nuestro corazón. Y esto se debe a que la pornografía nos acercó a sus saberes prohibidos. La pornografía es accesible. Son los libros de texto de todos nosotros en lo que a sexo se refiere. En ella encontramos todo aquello que es considerado como normal dentro de las relaciones sexuales. Aprendemos qué se puede y qué no se puede hacer. Necesitamos de la pornografía y de las maestras (las putas) para saber qué está permitido y qué es enfermizo a la hora de pedir y dar placer. La necesidad de creer que el placer está relegado a los que obran mal es lo que todos los días lleva alimento a la puta. Por eso la puta es cualquiera: mi abuela, la tuya, la tía, la vecina, la que me sirve las palomitas en el cine, la que limpia la mesa, la que prepara el desayuno, la que vende aguas frescas, la que espera en la parada del camión y la que te dio tu primer beso. Sí, ella y todas. Todas y ella también. Porque todas y todos le llevamos el alimento a la cama. Porque es una idea que se aloja en la mente y se transmite. Desde la más vieja hasta la más tierna y joven, aprendieron, aprenden y aprenderán de la maestra, la puta. Por esto y por lo demás que sabes y que te guardas, podemos aceptar, algunos con tinte de rojo en las mejillas y otros dándose golpes de pecho, que la puta es maestra de todos nosotros. Que su imagen es sinónimo de obscenidad y a veces hasta se le acusa de destruir matrimonios y hogares. Sin embargo, la sociedad requiere de la puta y la mantiene en un pedestal muy alto pero maltrecho, en el cual la venera a hurtadillas. Mientras ella nos observa rodeada de humo de cigarro, inmundicias y luces neón, con mirada de sabia. Desde su mundo al cual todo aquel que no se permite sentir placer quiere entrar, un mundo de cabeza. [Poncho el Pony]

1 comentario:

  1. La maravillosa poesía, cuando sucede, se desvanece con el más leve aliento de la lógica. Es trascendente y su relación con el hombre quizá tenga que ver con el deseo de sesentrañar lo invencible de la experiencia o de la intuición. Las evidencias en la poesía sobran, hay algo más: esencia de la razón que busca deslindes; presencia agotada en los desiertos de la metafísica más aguda. Se cultiva la poesía cuando hay un exceso egoísta y utilitario de los bienes de la vida externa (creo que lo dijo Shelley). Busquen entonces el cuervo esquimal, que el sol no sale ni se levanta. La poesía es una verdad del ser y del lenguaje mismo. Felicidades en el intento,y hablen de poesía como lo hacía Lorca: escribiendo poesía.

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