Se escucha el golpeteo de las teclas, los lápices raspando ferozmente las hojas, un alboroto en el vestíbulo, demasiada gente haciendo escándalo, las sirenas de las ambulancias y patrullas enmudecen ante la turba iracunda.
El piso de mármol parece hundirse con la cantidad de gente entrante. La recepción no da cabida a más personas y las paredes aprisionan los gritos.- ¡Exigimos nuestros derechos! ¡No se vale!-. Las puertas de la recepción son totalmente olvidadas y la conglomeración rompe las barreras de lo político e incrusta en el edificio su furia. Avanzan oficina por oficina, buscando al procurador.
-¡MALDITOS CULEROS! ¡HIJOS DE PUTA!
El eco de los gritos se pasea deliberadamente por la ciudad.
- ¡NOS ESTÁN MATANDO COMO PUERCOS Y LES VALE MADRE CABRONES!
Los funcionarios y trabajadores del lugar se atrincheran en las oficinas olvidadas, los ventanales que las adornan son atravesados por sillas, masetas o cualquier objeto que las pueda romper, estallan en un centenar de luces cayendo al unísono en las testas de los agazapados.
-¡QUINTO PISO!- grita uno -¡EN EL QUINTO PISO ESTÁ ESE PENDEJO!
Ipso facto, montones de gente se alistan para un linchamiento y corren todos peleándose la sangre de la presa. Al llegar, encuentran a una mujer limpiando el desorden del escritorio, comienzan a relucir los machetes y hachas en las manos de los hombres.
-¡DÓNDE ESTÁ AQUEL CABRÓN!
-¡No está! ¡No está! ¡Por favor no me hagan nada! ¡Por favor!- la secretaria estalla inmediatamente en llanto y alaridos. -¡Por favor no me hagan nada!
La conglomeración se retira sin dejar más que ventanas rotas y unos cuantos heridos con cortadas leves. Cuando la mayoría se hubo separado del edificio, un enorme cuerpo de policía los esperaba. Sin más preámbulo abrieron fuego.
Niños, mujeres y ancianos. Cualquiera que se encuentra al alcance es asesinado brutalmente,
-¡Mamá! ¡Mamá!.
-Hija, ¿como está mi niña?- con el tono más cariñoso que tiene y la frialdad posible para controlar sus nervios, recibe el abrazo de la pequeña.
Se acuesta en un pequeño diván blanco, muy cómodo. Apoya la cabeza y cruza las piernas, deja caer los brazos a los costados. Era la secretaría del procurador.
-Ayer fueron los trabajadores del campo- suspira- no sé que será después.
Ismael Ruiz R.