Día sábado 1.05 pm,
calor todavía soportable.
La explanada se
encuentra completamente habitada, uno que otro transita por los puestos sin
comprar nada pero llevándose una satisfacción chingona y sintiéndose a cada
paso todavía más chingón por traer
encima de su cuero una camiseta que reza: tijuanense
hasta los huesos. Es entonces cuando el estampado esqueleto de aquel
burro-cebra en las camisetas, se convierte en una invitación, una invitación
subliminal a no ver más a Tijuana como un pinche burro-cebra, sin carnes, sin
piel, sin vida y empezar a forrarlo con la única salvación inmediata que nos
queda, el arte.
Entre improvisados y no se encuentran las
blancas carpitas: diseñadores nuevos que apuestan por que Tijuana despunte y
algún día sea la capital de la moda, aunque algunos modelos atraigan a la mente
algún diseño de Lady Gaga y esto les reste un poco de credibilidad de autoría;
los pintores, exponen su arte, hecho con una mirada compuesta de miles más,
están los surrealistas, los idílicos, los grafiteros, pero ningún realista; los
artesanos fuman sus tabaquillos hasta que la colillas y el humo casi
desaparecen, se esfuman entre sus dedos y sus materiales reciclados pero
creativos: latas, corcholatas, zippers, vidrios, pedazos de tela, condones,
etc. ; los fotógrafos, ellos ahí, enseñando las mil y un cosas que en Tijuana
hay que redescubrir, hacen caso omiso al aviso de que en Tijuana sólo hay 121
cosas que hacer y nos venden sus visiones, sus experiencias, sus encuentros,
sus cuerpos desnudos; los performance improvisados y no. Una mujer caracterizada de Frida Kahlo, cuando posó
para la revista Vogue de Francia, pero a diferencia de aquella, esta es más creativa
y apuesta por lo mismo sin el mismo presupuesto y en un contexto diferente,
rodeada por tiras de paletas que penden de su stand y enmarcada por cuadros,
que a la vez se enmarcan por barbies mutiladas y peludas, su falda tatuada con
símbolos de ying-yang son la respuesta innovadora
La gente anda
entijuanada: las abuelas, las mamás, los artistas, los no tan artistas, los que
buscan ideas, los que se las roban, los que las devuelven, los gringos-viejos
tijuanenses, los tijuanenses-nuevos gringos. Por supuesto no faltan los
desorientados, que preguntan a algún compa que se han encontrado ¿qué chingados hay aquí?, ¿Quiénes son los
cabrones que están tocando?, ¿No has
visto a mi compa el de la banda?, estas preguntas se repiten como ciclo
monótono de la vida y cuando ya todos
están engranados en el rollo cultural, de pronto de quién sabe dónde, irrumpe una
masa popular, exigiendo ser escuchada, están ahí, cerca de una de las entradas
al festival, que da directo al paseo de los héroes, se detienen y empiezan sus
consignas ¡Si Zapata viviera él estaría aquí!, son varios, no tienen miedo,
ellos piensan que no hay que tenerlo.
El espacio de
Entijuanarte cobra vida propia, por un lado los pintores, los fotógrafos, los
diseñadores, los performanceros, los artesanos, los cocineros y por este, una
invitación a despertar de nuestro tijuaneado sueño.
Entijuanarte es eso,
las masas, los géneros, las bandas, la innovación, la protesta, el vivo arte,
la convergencia del todo que nos modifica la individualidad.
Los lectores hacemos un gesto despacioso, empujamos los dedos por entre las mantas líquidas de los sitios estratégicos, nos nutrimos con palabras sobresaltadas, al límite de la pertinaz fuga de las ideas. Vamos pues, a poner la mejilla y a cubrir las manos con luces malhumoradas, frugales.
ResponderEliminar